Te cambio tus pies fríos de madrugada,
por el calor con que amanece mi cuerpo;
tus desvelos de mujer que imagina despierta,
por los sueños dulces de mi infancia.
Te canjeo tus deseosas manos que anhelan la caricia,
por mi paciente manera de pegarme a ti;
tus grandes deseos de oír palabras de amor,
por mis ocurrencias de seducirte con poemas
Te quito la soledad que hiere tu sensibilidad
por mi patente obsesión de rodearte de imágenes;
te sustituyo las desconcertadas maneras de buscarme,
por el encuentro de manos en noches claras.
Te cambio tu fatiga de amar con anhelos,
por la poesía cierta y la idea hermosa;
te cambio señora, mis días sin ti,
por tus clases magistrales de erotismo y amor
Ricardo Gallego
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