jueves, 31 de mayo de 2007

De las noches

Carolina González Velasquez

Mis sentidos reviven
cada segundo
de nuestro último encuentro.
Se eriza mi espalda
y vuelca a mis labios
una sonrisa cómplice
tus labios
traspasaron mil veces
la frontera de mi boca
corrieron por rutas escondidas
y liberaron de mis manos
caricias furiosas a tus cabellos.

Sienten aun mis caderas
la presión tierna
de tus manos temblorosas
mi cuerpo se agita
al renacer la tibieza de tu pecho desnudo
mi boca aun siente el sabor de tus praderas
y en mi piel
aun puedo oler
tu salvaje esencia.


Añoro a cada instante
los encuentros furtivos
los rincones secretos
que tu y yo descubrimos
la presencia constante de tu recuerdo
me remonta a pasiones vividas llenas de amor
de lujuria no pecaminosa
y si cierro los ojos en tu ausencia
regreso a tu cuerpo
mi mas bello jardín
mi mas tierna guarida
mi mejor residencia

DISTANCIAS

Lady López, 2007


La luna en tu calle, la guerra en mi casa y nosotros distantes.
Ay amor, si vinieras esta noche de desvelo
y si tocases a mi puerto,
yo te daría un corazón que sangra por ausencia,
el prodigio de la tierra que me labra,
sería mariposa revoloteando en tus cabellos
o mar embravecido entre tus piernas.
Afuera repican las campanas como en día de fiesta,
aquí adentro, ay amor, el dolor calcina la esperanza
y vivo a la sombra del olmo
mientras imagino tu boca como paloma silenciosa.


Lady López, 2007.

Tempestad de besos.

Tempestad de besos.

Cómo no colgarme a tus sobradas olas,
a tus nacientes velas,
debatirme en el estrépito de la marea.
¡Oh ardiente faro fulminado por mis besos!
¡Oh tormenta aquella de la cresta
y el vaivén del tacto y los respiros!
¡Oh fugaz estrella apocalíptica y oceánica!
Y tu cuerpo siempre. Y tus besos siempre.
Luz que en mí latiste acorralada
bajo un lienzo descubierto.
Y mi mano navegaba bajo el vientre de tus aguas.
¡Ah de aquella tempestad de besos!
Alcanzados tan sólo como el viento
que recobra fuerza tras la calma.
Sacudidos como arena y navegados sin el mástil.
En la fuga despiadada de un encuentro, encontré tus
besos.
Surqué con ellos, navegué con ellos.

Si, si, si, si ,si, si…
¡Ah, fiera tempestad de labios!
Huracán de besos. Tifón de abrazos y de riscos.
Duermo en ti sobre corales y moluscos.
Despierto olas de tsunamis arrojadas.
Me revuelco como orca y lanzo al aire.
¡Ah!, fresca, fresca como el río.
En ti devuelvo las aguas y las cuencas.
De ti derivo manantiales.
En ti se fundamentan los estrechos.
Y tu boca se hace agua en mi boca.
¡Ah, fiera tempestad de labios!
Tan fiera y dulce. Tan sutil y bella.
Trepidante y linda.

Me acorralan tus sentidos y me duermen.
¿Cómo no colgarme a tus brazos y a tus besos?
¡Ah, tempestad y furia de tus besos!
Tempestad y furia.


Salvador Pliego

Besarte toda

Salvador Pliego

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Contaré trescientas veinte veces trescientos
para besarte toda.
Vendré bajando desde la cresta hasta la cauda,
desde los riscos hasta las grutas,
de ala en ala, de pluma en pluma,
bajo tu sombra y bajo el aroma,
y por encima de lo que el alba
me dijo nunca me le acercara.

Empezaré de este a oeste
fijando un punto sobre tu frente.
Iré contando lento y despacio
pues hay besos que valen oro
dejarlos quietos sobre tu dorso.
Y hay besos que son de encanto
y esos los pongo juntitos todos
a que se agrupen
abanicando tu dulce vientre.

Hay besos que se hipnotizan,
se vuelven locos y caen cual flechas
para perderse en tu pecho y vibran.

Hay besos, y tantos besos,
que voy contando sin darme prisa.
Y cuento y cuento sin agotarlos,
sólo que ericen tu piel y tiemble.

Y cuando llego a doscientos treinta,
sin que lo notes,
finjo demencia para iniciar de nuevo
la cuenta en cero:
trescientos veinte, trescientas veces.
De oeste a este para ubicarme
y llenar de besos esos espacios
que me faltaron de este a oeste.

Trescientas veces para que sueñes.
Trescientas veces para que vibres.
Trescientas veces, a que me beses.
De este a oeste, cubriendo todo,
para animarte, para extasiarte,
para que sientas la primavera
que va naciendo desde tu vientre.

Salvador Pliego