¡Buscad a la mujer!
Aquella que del brazo de la lluvia ha besado
y ha dejado por doquier
rastros de un aroma inmaculado.
Aquella misma que es fragancia y nardo
por su encanto y que a su paso
rosas blancas respiran de sus labios.
La misma de los ojos nardos,
de la pupila negra de amaranto,
la del iris de topacio y de murano.
¡Buscadla a ella!
En el capullo de alelí y la gladiola,
en el azul del mar reflejando la farola,
en la pluma del merlín que al cielo resplandea.
A ella misma,
que es color de tierra, alba y firmamento:
primavera seductora y otoño colorido.
La misma que en las manos
lleva el viento dulce de los trinos
y hace eco cada vez
que el ave hace suspiros.
A ella, ¡sí!, a ella.
¡Buscadla a ella!
Y si la encontrases,
y si la vieses,
decidle:
que guardo un beso para ella ilusionado.
Salvador Pliego
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