lunes, 25 de junio de 2007

INTIMIDAD

Blanca Barojiana

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Ella reposaba la cabeza blandamente. Una mujer de unos cincuenta años,
cutis fino y bien cuidado, blanquísimo y sin imperfección alguna.La
débil luz dejaba apercibir apenas unas ligerísimas ojeras, fruto de
la tensión baja. Parecía satisfecha. Sonreía plácidamente en su
duermevela, ensoñando playas de olas vigorosas, de espuma nocturna, de
chocar contra los acantilados, de gaviotas muy altas recortándose
contra luz abrasadora.


A su lado la cabeza de él parecía la de un bello animal salvaje, la
de un joven indio de menos de veinte años, todo fuerza y vigor ahora
rendidos, recogidos mansamente por un sueño inquieto. Tenía aún algo
de niño en su virilidad exultante, que movía a una mezcla de deseo y
de protección. Soñaba con su madre, con abrazarla muy fuerte y
fundirse contra su pecho. Quizá sintiera que la había traicionado un
poco.


Ella suspiró muy suavemente, removiéndose apenas, inclinando más su
cabeza hacia él. El se bebió el aire de su boca, rozándola con su
hombro, y continuaron su respiración acompasada. Abrazados por el
amanecer, sus cuerpos abandonados el uno junto al otro, no eran
conscientes de que nunca volverían a encontrarse. Para él era un
viaje de ida. Para ella era un viaje de vuelta.


Un sonido metálico les despertó al tiempo: Próxima parada,
Chamartín , correspondencia con líneas ce-uno, ce-dos, ce-siete y
ce-diez de cercanías, y línea diez de metro.

Blanca Barojiana

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