martes, 5 de enero de 2010

Acontece








La tarde se amarra

en caricias sin prisa.

Dos cuerpos de luna

se pierden

al viento.

Los ojos se cierran

en pasión y contento

y un velo en susurros

cubre el momento.

La sangre que fluye

recarga las venas.

Y tibia las manos

se posan serenas,

se posan urgentes,

se posan rebeldes.

Sedosas, las pieles

confluyen en cielos

y un par de sonrisas

vuelan al oeste

buscando el poniente.

Las almas se unen,

y a lo lejos,

en un horizonte

de gestos y alientos,

en Paz y Armonía,

guiñan a la Vida

y veneran la historia

admirando al tiempo.



Diana Bracamonte.©

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