lunes, 13 de abril de 2009

ASÍ ERES TÚ, COMPAÑERA


1



Nube blanca o estrella nueva

en un cielo largo de verano,

así eres tú, compañera,

suave como la luz tierna

de un corazón bordado

con el hilo azul de la dulzura,

marea de sueños transparentes

e íntimos tesoros

que sólo la caricia fértil de unas manos

se atreve a poner al descubierto.



2



Tu piel es una tregua infinita

donde hierven sin límite todas las ansias,

un horizonte limpio

que descorre las cortinas del alma

y envuelve en papel de seda

esta negra soledad de náufrago.



3



En tu sonrisa de cometa alegre

madura la luz,

vuelan pájaros de espuma y frenesí

y arde el tuétano del aire

como la paja seca de un granero

en mitad de un rojo incendio.

Tu llanto es un cuchillo

que rasga la médula del tiempo,

un loco polvorín de voces tristes

que me invade sin freno

hasta el fondo de los huesos.



4



Ven y llena mi taza de fuego,

corta la espina del rosal amargo

donde se ocultan las penas.

Derrite este círculo de nieve

que corre helado por las venas

y no sabe en qué abismo infinito

esconde el destino

su agria sentencia de muerte.



5



Házme volar en tus relámpagos

hasta dejar atrás el cielo.

Pérmiteme que sea

una gaviota blanca en tu cerebro

para que pueda abrir mis alas dentro

y surcar las olas destiladas

de tu océano secreto.



6



Así eres tú, compañera,

un suspiro de acróbata en el filo del silencio,

un delirio de luz que vuelca sus enigmas

en el balcón abierto

de sus ojos llenos de agua clara.

Así eres tú, compañera.

Así, de esta manera

que yo te digo y te imagino,

una nube blanca o una estrella nueva

que se mueve en círculos abiertos

por el hueco vacío de mi almohada.



7



Un velo de abriles nuevos

bordado con finos hilos de deseo

te cubre el rostro,

es un retal hermoso de seda

que viste de tules la noche

e inunda el alma de ciegas pasiones.

Es una fiebre de junio,

una rosa de adolescencia

que huele a primavera intacta

y estrena aromas de coral y terciopelo.



8



Eres hilo que enhebra los retales

del que fui, del que soy, del que seré,

una ola abierta

en la marea ardiente del atardecer

que trepa a la arena de mis costas.

Eres lluvia que fertiliza el alma

y fermenta la ternura de mis dedos

como si fuera levadura eterna

que el infinito siembra en la piel.

Eres un mar profundo y definitivo

lleno de juegos malabares

que devora el agua de mis ríos

y ahoga en el azul todas las penas.



9



Vuela libre, compañera,

y surca el cielo,

vive esta aventura breve

que el tiempo te regala,

disfruta de la vida y explora tu destino,

descubre el horizonte transparente

de toda la ternura de los siglos.



10



Siembra de alegría el aire,

a veces tan vacío o carente de sentido,

y aprecia el valor irrepetible de las cosas,

y a pesar de que el tiempo desnudo y sin careta

es un pozo amargo y profundo

donde sólo florecen los árboles de la muerte,

derrámate sobre mi almohada como un sueño

y dale algunas pinceladas de color

a esta vida que pasa a la deriva

como un velero que se va a pique

sin que nadie detenga su agonía.



11



Eres uva en la cepa de mis versos,

racimo egregio que crece en la parra

de los sentimientos

y abre territorios fértiles

de ternuras audaces

en el ritmo frenético de las palabras.

Eres fiebre cálida,

loca precisión de ola salvaje

que se ajusta a la cadera

y se apodera de la médula

con sus golpes de espuma acumulada

y sonrisas derretidas de sirena.



12



Tú, esperanza alada

donde confluyen todos los ríos

arteriales del pensamiento,

eres luna de círculo completo,

grito de estrellas blancas

acampadas en los surcos

más azules de las venas,

eres flor de cumbres imantadas

que inunda de polen

y vuelos de mariposas blancas

la amarga raíz cuadrada del mañana.



13



Vuela, compañera,

como un pájaro que tiembla y que palpita

en el azul del aire,

como un verso que estalla en el oído

el carnaval florido de sus haces.

Vuela, compañera,

como un viento tranquilo

que besa

las hojas secas y amarillas de mi otoño.

Vuela, compañera, vuela,

que el cielo pertenece al infinito

y la ternura carece de fronteras.



Noviembre 2001©Fernando Luis Pérez Poza

Pontevedra. España.

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