jueves, 31 de mayo de 2007

Tempestad de besos.

Tempestad de besos.

Cómo no colgarme a tus sobradas olas,
a tus nacientes velas,
debatirme en el estrépito de la marea.
¡Oh ardiente faro fulminado por mis besos!
¡Oh tormenta aquella de la cresta
y el vaivén del tacto y los respiros!
¡Oh fugaz estrella apocalíptica y oceánica!
Y tu cuerpo siempre. Y tus besos siempre.
Luz que en mí latiste acorralada
bajo un lienzo descubierto.
Y mi mano navegaba bajo el vientre de tus aguas.
¡Ah de aquella tempestad de besos!
Alcanzados tan sólo como el viento
que recobra fuerza tras la calma.
Sacudidos como arena y navegados sin el mástil.
En la fuga despiadada de un encuentro, encontré tus
besos.
Surqué con ellos, navegué con ellos.

Si, si, si, si ,si, si…
¡Ah, fiera tempestad de labios!
Huracán de besos. Tifón de abrazos y de riscos.
Duermo en ti sobre corales y moluscos.
Despierto olas de tsunamis arrojadas.
Me revuelco como orca y lanzo al aire.
¡Ah!, fresca, fresca como el río.
En ti devuelvo las aguas y las cuencas.
De ti derivo manantiales.
En ti se fundamentan los estrechos.
Y tu boca se hace agua en mi boca.
¡Ah, fiera tempestad de labios!
Tan fiera y dulce. Tan sutil y bella.
Trepidante y linda.

Me acorralan tus sentidos y me duermen.
¿Cómo no colgarme a tus brazos y a tus besos?
¡Ah, tempestad y furia de tus besos!
Tempestad y furia.


Salvador Pliego

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