Amor, tú espigas con cristales el verano
en la onda bocanada de sus ramos,
y como me pegaría a tus labios
para beber el cántaro de miel que se ha llenado
y besarlos como nadie, ¡como nadie!,
para cernirte en la urna del deseo
y amarte simplemente,
y adherir mi pecho donde habites.
Amor, si hoy derraman de tus labios
los elixires que deseosos se han forjado,
sé de ellos: de tus besos por la tarde.
¡Jamás me llames!.
Iré yo solo a besarte como nadie.
¡Y más!… ¡Y más!…
Donde pueda encubrirte entre rosales
y amarte como nadie… ¡Nunca nadie!.
Salvador Pliego
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