por OSCAR NÉSTOR GALANTE
Saboreo el néctar de la pasión escondida,
en tu pecho níveo o bajo tu piel de arena,
con salientes agudos y rosas aterciopeladas
encendidas señales en la riqueza de tus senos.
Son frutas maduras en mi sedienta mirada.
Poseen el vértigo las lunas que se elevan,
ante mi decisión creciente, no resignada,
en el pecado que quiero y que conlleva.
El vendaval de sangre agita el deseo,
muertos de placer, su blancura navegamos.
Cuando sediento tus ojos ya veo,
como tizón ardiente al amor transitamos.
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